Grandes eran las ganas que tenía de conocer el Parque Cultural de Valparaíso (PCdV), del que había escuchado varios comentarios. Así que partí un fin de semana a recorrer esta ciudad que siempre resulta una instancia inspiradora, sobre todo cuando las energías a finales de año están en nivel casi cero, y visité este recinto que se emplaza en lo que es la ex cárcel del puerto. A pesar de haber llegado al mediodía, cuando el sol pica más fuerte y la luz encandila, quedé fascinada. Se trata de una amplia explanada en la que se encuentra el edificio que perteneció a la cárcel misma, otra construcción antiquísima llamada el Polvorín -un almacén de pólvora construido en la época colonial entre 1807 y 1809 y que es el más antiguo de Valparaíso- y una moderna edificación de hormigón a la vista en donde hay salas de exposiciones y seminarios, entre otras cosas. Fue ahí donde pude ver una muestra dedicada al fotógrafo Sergio Larraín. Todo me pareció impecable y bien pensado. Además, el jardín estaba muy bien cuidado. Sobre todo aprecio la elección de las plantas y árboles, acorde al cada vez más escaso recurso hídrico, porque se nota que son especies que requieren poca agua.  Al preguntar sobre cómo fue concebido el PCdV, me cuentan que todo el lugar está pensado, desde su infraestructura hasta su línea editorial, para revelar las prácticas artísticas locales. Se trata de un recinto para los artistas y sus proyectos. Los visitantes nacionales y extranjeros quedan, según me comentaron, impresionados al ver que existe este espacio en Valparaíso, con salas de ensayo de primer nivel y una política de apoyo al artista local. Además, el PCdV se ha posicionado no solo como polo cultural, sino que también como centro de arte y centro cívico o comunitario, pues finalmente es una explanada y un parque que son únicos en Valparaíso. La percepción es que en este espacio no hay eventos masivos como política editorial, sino que varias intervenciones y acciones específicas para públicos definidos. Sin embargo, el lugar cuenta con la sala de artes visuales más grande de la zona y con un teatro de gran calidad acústica de 307 butacas, lo que en conjunto -además de los artistas que vienen a ensayar y el público visitante- da un promedio de 10 mil visitas mensuales y más de cien mil durante el 2012. Sin embargo, uno de los principales objetivos del PCdV es ser un lugar de memoria. Según me informaron, existe un triángulo inicial que sostiene los encuadres de programación: la articulación entre palabra, imagen y cuerpo. Estos son los tres elementos esenciales que siempre han estado en juego. Para este año el eje está en Ciudad y Territorio, sobre el que se montará todo el trabajo institucional de 2013, poniendo el énfasis en el rol del PCdV como lugar de memoria. Esta es una preocupación manifiesta de la recuperación efectiva de las memorias sociales locales, al menos en un rango de problemas que dicen relación con la organización de la cultura, del arte y de la política, en una coyuntura determinada. Realmente un nuevo lugar ‘imperdible’ cuando se visite Valparaíso.